La comunicación juega un papel crucial en el estilo de crianza, pues es la herramienta principal para guiar, educar y conectar con los hijos de manera saludable y respetuosa. A continuación, exploraremos los aspectos clave de la comunicación en la crianza respetuosa y cómo implementarla en el día a día:
Uno de los pilares de la crianza respetuosa es la escucha activa. Escuchar de forma activa no implica simplemente oír lo que nuestros hijos nos dicen, sino prestar atención genuina a sus palabras, emociones y necesidades. Esto se traduce en:
Invitarles a compartir más sobre lo que están experimentando, sin asumir ni interrumpir. Preguntas como «¿Cómo te sientes respecto a eso?» o «¿Qué te gustaría hacer al respecto?» les ayudan a expresar mejor sus pensamientos.
La forma en que nos comunicamos con los niños modela la manera en que ellos se comunicarán con los demás. En la crianza respetuosa, es fundamental hablar con respeto, tanto en el tono como en el contenido. Algunas estrategias clave incluyen:
Alzar la voz o usar el sarcasmo puede herir la relación y dañar la confianza. En su lugar, es más efectivo hablar de manera calmada, clara y firme si es necesario.
No todos los niños entienden conceptos complejos, por lo que adaptar nuestro lenguaje a su nivel de comprensión es crucial.
En lugar de decir «Siempre haces esto mal», podemos decir «Me gustaría que me ayudes con esto para que podamos terminar más rápido».
En ocasiones los adultos creemos que cuanto más nos comuniquemos con los peques, lo estamos haciendo mejor. Pero que hablemos más no significa que nos vayan a obedecer; seguramente el niño está esperando a que acabes para hacer lo que quiera. De pequeño tiene que haber más control y guía que comunicación. Esta relación se debe invertir en la adolescencia.
Los conflictos son inevitables en cualquier relación, y la crianza no es la excepción. En lugar de recurrir a castigos o reprimendas severas, la crianza respetuosa apuesta por la resolución de conflictos mediante el diálogo. Algunos pasos útiles incluyen:
Preguntar tanto al niño como a uno mismo qué ha causado el conflicto y cómo se siente cada uno.
En lugar de imponer una solución, invitar al niño a colaborar en la búsqueda de alternativas. Esto no solo refuerza su autoestima, sino que también les enseña a resolver problemas de forma autónoma.
Si cometemos un error como padres, es valioso disculparse. Esto no solo enseña la importancia de la humildad, sino que refuerza la confianza y el respeto en la relación.
La comunicación respetuosa también busca que los niños se sientan escuchados, valorados y comprendidos, lo que fomenta su autonomía y capacidad de tomar decisiones. Para lograr esto:
En lugar de imponer reglas sin explicación, podemos darles opciones para que elijan dentro de ciertos límites («¿Prefieres hacer la tarea antes o después de jugar?»). Y, tener en cuenta que si ellos participan en la elaboración de las reglas, se vinculará más con ellas.
En lugar de darles todas las respuestas, es útil hacer preguntas que los inviten a reflexionar y llegar a conclusiones propias («¿Qué crees que pasaría si no hacemos esto?»).
Los niños suelen desconectarse cuando se enfrentan a discursos largos o sermones. En la crianza respetuosa, es preferible ser breves y directos, transmitiendo el mensaje de forma clara sin alargarlo innecesariamente. Además, es fundamental que el mensaje esté cargado de empatía y no de reproche.