Ansiedad 1.2 Síntomas físicos

¿Qué es?

La ansiedad es una respuesta del organismo frente a una posible amenaza o estrés en el presente y en el futuro. Es un sentimiento de temor normal en situaciones en las que se presenta un factor disruptor. Como decíamos en el post anterior, el objetivo de la ansiedad es totalmente noble: salvar nuestra vida preparándonos para la respuesta de ataque o huida.

Es un mecanismo defensivo y universal que mejora nuestra capacidad de respuesta delante del nombrado estresor. Su función es poner en marcha el organismo, mantenerlo alerta y dispuesto para intervenir frente a amenazas de forma que se puedan minimizar sus consecuencias. Nos insta a tomar las medidas que sean necesarias según la situación y naturaleza del riesgo o peligro.

En el anterior artículo hablábamos sobre la analogía de “estar en la selva con un tigre delante”, pero hoy en día la ansiedad puede producirse cuando vemos peligrar lo que ya tenemos o se nos obstaculiza la consecución de lo que queremos conseguir. Es normal que en estos casos se nos active el protocolo de alerta que genera unos niveles normales de ansiedad para proteger lo que nos ha costado esfuerzo mantener y asegurarnos el camino libre para conseguir nuestros objetivos. Por tanto la ansiedad es un mecanismo normal, funcional, que nos mantiene concentrados, adaptativo, que no representa un peligro en nuestra salud mental y física y permite afrontar los retos que se nos presentan ante las vicisitudes de la vida.

La ansiedad es un concepto global que puede tener varios significados. Se puede referir bien a un síntoma puntual, a un rasgo de personalidad (en el que la persona tiene tendencias a responder con ansiedad ante multiplicidad de situaciones) o a un trastorno (cuando se presenta de forma temporal, aguda y afectando las diferentes áreas de la vida del individuo). Es en estas ocasiones en las que el sistema de respuesta al factor estresor se ve desbordado y no funciona óptimamente: la amenaza no existe o, si existe, es mucho menor al nivel de ansiedad experimentado, siendo incoherente desproporcionada y difícil de manejar.

COMO AFECTA LA ANSIEDAD AL CUERPO:

La ansiedad prolongada en el tiempo no sólo afecta a los órganos directos implicados en su desarrollo sino en otros que a la larga también se ven perjudicados.

  • Garganta: En períodos de ansiedad los fluidos se trasladan hacia otras zonas del cuerpo que participan en las respuestas de ansiedad, hecho que provoca espasmos en esta zona y pudiendo ocasionar voz ronca y tos nerviosa.

  • Hígado. Cuando pasamos por épocas de estrés y ansiedad los niveles de la hormona cortisol (la hormona del estrés) aumentan, provocando así que el hígado produzca más glucosa (el equivalente al azúcar). Para las personas no diabéticas esta cantidad de sangre es absorbible con total normalidad. En cambio con las personas en riesgo de padecer diabetes, podría provocar un empeoramiento de su salud.

  • Piel: sudor frío o enrojecimiento de mejillas, producidas por un cambio de flujo sanguíneo. El sistema nervioso simpático envía más sangre a los músculos, acelerando el proceso de envejecimiento de la piel. El Envejecimiento celular prematuro puede afectar a la piel del cuerpo como a la que recubre los órganos internos, debido al exceso de trabajo que supone una respuesta de ansiedad cronificada. Se incrementa, también, la transpiración y los niveles de histamina (la que está detrás de la respuesta alergógena) que pueden dar lugar a inflamaciones y excemas.Final del formulario



  • Bazo y sistema inmune. Con la finalidad de distribuir más oxígeno el bazo libera glóbulos rojos y blancos adicionales afectando así a la efectividad de la respuesta inmunitaria de nuestro cuerpo. Se han hecho investigaciones que demuestran una baja respuesta inmune a ratones que han sido expuestos constantemente a “derrotas sociales de forma repetida”. Esta alteración que sufren los órganos protectores de nuestro cuerpo puede dar lugar a infecciones y procesos inflamatorios.



  • El flujo sanguíneo también se incrementa entre un 300 y un 400% durante este proceso para preparar al resto del cuerpo frente a las necesidades añadidas. Y tal como hemos mencionado anteriormente, la ruta del flujo sanguíneo se reorganiza en situaciones de ansiedad, dejando algunos órganos más desatendidos y aumentando el calibre sanguíneo sustancialmente en otros.



  • Músculos. Nuestro cuerpo de forma natural se tensa, creando presión en los grupos musculares más implicados en los comportamientos de ansiedad y así, poder ser más efectivos delante de una potencial amenaza. No obstante si esta amenaza nunca llega, el cuerpo no libera esa tensión provocando contracturas musculares y problemas osteoarticulares. El estrés y la ansiedad crónicos suelen exacerbar esta tensión, que puede dar lugar a dolores de cabezarigidez en los hombrosdolor de cuello e incluso migrañas. A riesgo de acabar sufriendo trastornos osteomusculares crónicos. Es frecuente que aparezcan dolores de espalda, bruxismo y otras molestias. Resaltamos la importancia de hacer deporte regularmente a fin de liberar esta tensión acumulada sobretodo en nuestras extremidades y espalda.

  • Corazón. Las personas que padecen ansiedad y estrés durante períodos prolongados de tiempo tienen más riesgo de sufrir problemas cardiovasculares debido al aumento constante del ritmo cardíaco, a la elevada presión sanguínea y a la sobreproducción de cortisol. El estrés a largo plazo también está relacionado con la hipertensión, la arritmia, los derrames y los ataques al corazón.

  • Los pulmonesSe ha demostrado que una larga exposición a períodos de ansiedad está estrechamente relacionado con la aparición de asma y el empeoramiento de los síntomas. También está relacionado con los síntomas de alergia (sobre todo al polen y alergia estacional).

 

  • El cerebro. Determinadas áreas del cerebro se ven muy expuestas en estos períodos. Áreas como las que influyen en la memoria a corto y largo plazo y las que participan en la elaboración de ciertas sustancias químicas (como ciertos neurotransmisores) se ven ampliamente afectadas. En caso de estrés crónico el cerebro está en un estado de funcionamiento permanente que puede desembocar en fatiga crónica. También afecta a otras áreas como son la corteza prefrontal (involucrada en el procesamiento lógico de información, planificación de acciones para la consecución de objetivos) y el hipocampo (íntimamente relacionado con la memoria). Los problemas de memoria, y en especial la dificultad para generar nuevos recuerdos, pueden estar presentes en personas que tengan altos niveles de ansiedad constantemente.

  • Los problemas de sueño suelen estar muy presentes en personas que presentan ansiedad patológica, incidiendo más en personas con un tipo de personalidad ansiosa de base. Estas personas pueden tener pensamientos repetitivos antes de ir a dormir, que si no se gestionan correctamente, pueden impedir el correcto descanso e incluso el sueño de la persona. Aproximadamente el 54% de la gente afirma que el estrés y la ansiedad afectan a su capacidad para quedarse dormidos y a más del 50% de los hombres y del 40% de las mujeres les cuesta concentrarse al día siguiente, según la Asociación Americana de la Ansiedad y la Depresión. Este estado se traduce en un agotamiento que si se prolonga mucho en el tiempo, puede perdurar meses e incluso años. El cortisol que genera el cuerpo también se emplea para ajustar nuestros biorritmos (recordemos que el cortisol es la hormona que nuestro cerebro genera en mayor proporción en estados de ansiedad) produciendo en más cantidad por la mañana y disminuyendo sus niveles por la noche. Si sometemos a nuestro cuerpo a la fatiga que resulta de exponerlo sobremanera en situaciones estresantes, estos biorritmos se ven alterados y el cortisol deja de tener su funcionalidad, dificultando así, que podamos conciliar el sueño de manera correcta.

  • Estómago e intestinos. La digestión y absorción de nutrientes son de los primeros procesos corporales que se ven afectados en los estados de continua ansiedad. Algunos de los síntomas más reconocibles suelen ser ardores, hinchazón estomacal, diarrea, distensión abdominal, úlceras, e incluso, a veces, cuando el miedo es muy acusado o cuando la ansiedad es extremadamente elevada puede conllevar la pérdida del control del esfínter. El metabolismo también puede verse altamente afectado, factor que puede ocasionar una alteración de la gestión del mismo derivando en sobrepeso u obesidad. Por contra hay personas que ante estados de ansiedad constante pueden perder el apetito e ingerir menores cantidades de comida o bien adelgazar aunque sigan alimentándose de la misma forma.

  • Afecciones cardíacas Los aumentos repentinos de la presión sanguínea, y la constricción de las arterias, el aumento de los latidos cardíacos, etc., pueden en un futuro cercano afectar de forma negativa al sistema cardiovascular o complicar afecciones ya existentes como arritmias, hipertensión, hipotensión, problemas cardíacos genéticos etc.

 

  • Problemas de disfunción sexual e infertilidad. El deseo sexual y la fertilidad se ven reducidos en personas que están pasando por un período de ansiedad disfuncional.

QUE SE SIENTE CUANDO TIENES ANSIEDAD:

PREOCUPACIÓN

La preocupación se puede identificar como una respuesta habitual frente a situaciones con alta carga ansiógena. Como la misma palabra indica, significa “ocuparse antes de” que suceda lo que más tememos. La preocupación en sí, no es un proceso muy útil cuando las probabilidades de que ocurra la situación temida son relativamente bajas. Si por el contrario, estas probabilidades son elevadas, un grado normal de activación y prevención nos puede ayudar a salir airosos de dicha situación. En las personas que sufren de trastornos de ansiedad la preocupación pasa a ser excesiva y asociada a elementos del pasado o futuros por los que no tenemos control o sus posibilidades de aparición son especialmente bajas, incumpliendo así su función adaptativa. Es una preocupación desproporcionada, difícil de controlar, y asociada a factores y situaciones de la vida cuotidiana neutros. Normalmente se presenta en forma de pensamientos que suelen ser considerados como impuestos y que en ciertos trastornos se instauran de forma inesperada. Esta preocupación, para ser considerada parte de un trastorno clínico debe afectar a la persona casi todos los días de la semana y a la concentración que supone realizar las tareas habituales del día a día.

AGITACIÓN

La sensación de agitación, que podríamos definir como un estado de excitación en el que la persona puede sentir emociones positivas o negativas de forma exacerbada, se experimenta como una constante y conduce a nuestro organismo a un estado de cansancio profundo. El cuerpo está en un estado de intranquilidad y excitación perseverante impidiendo que la persona se sienta tranquila, debido a la sobreestimulación incesante del sistema nervioso simpático. Desencadenando, así, una serie de efectos en todo el cuerpo, como un pulso acelerado, palmas sudorosas, manos temblorosas y boca seca, entre otros.

El cerebro, en vistas de la aproximación de una amenaza empieza a agudizar todos los sentidos preparar los órganos y las diferentes partes del cuerpo para responder de la forma más efectiva posible. En los casos en que la ansiedad responde a una amenaza real, los niveles de cortisol vuelven a su estado normal rápidamente y el cuerpo en pocos segundos recupera su estado habitual. No obstante cuando no se asocia la ansiedad a un estresor real, el proceso de recuperación es mucho más lento.

Los temblores en piernas y manos, los tics, las dificultades en el habla… suelen ser signos representativos de agitación.

INTRANQUILIDAD

La intranquilidad, conjuntamente con el estado de agitación (pero más presente en niños y adolescentes) suele aparecer en individuos aquejados de ansiedad persistente. Cuando alguien se siente intranquilo, a menudo lo describe como sentirse “nervioso” o con una “incómoda necesidad de moverse”. Varios estudios han demostrado la correlación de sentimientos de intranquilidad en población infantil en episodios de ansiedad.

Signos de intranquilidad podrían ser mover los pies de forma rápida cuando se está sentado, morderse las uñas, morderse los labios, tocarse o incluso (en los casos más graves) arrancarse el pelo…

 

CANSANCIO O FATIGA

La homeostasis es el mecanismo autoregulador que utiliza nuestro cuerpo para cumplir la ardua tarea que significa mantener el equilibrio. Luego de un proceso altamente estresante nuestro organismo llevará a cabo una serie de procedimientos compensatorios para, posteriormente, llegar a la posición de equilibrio basal. Por ejemplo después de un proceso judicial por la custodia compartida de los hijos es probable que la persona se sienta agotada. Como decíamos es una respuesta normal frente a la situación vivida. No obstante, si esta situación de ansiedad se repite constantemente puede que nuestro cuerpo entre en un estado de saturación que se resuelva en una fatiga crónica. Si a esto sumamos, el poco descanso por las noches u otros trastornos del sueño, los problemas de fatiga pueden suponer realmente un problema.

BAJA CONCENTRACIÓN

Uno de los contratiempos de la ansiedad son las dificultades para concentrarse. Al estar repetidamente evaluando situaciones potencialmente peligrosas que luego acaban por no presentarse, el cerebro no tiene espacio suficiente para centrarse en el “aquí y ahora”. Los despistes son un signo de las dificultades de concentración que pueden originarse en personas que tienen trastornos de ansiedad. Concentran su atención en el peligro que les acecha olvidándose así de lo que les atañe en el presente.

Un estudio de 175 adultos con TAG (trastorno de ansiedad generalizada) encontró que casi el 90% informó tener dificultades para centrarse en las actividades habituales. La relación ansiedad – concentración es descendente: a mayor ansiedad, peores niveles de concentración. Se ha demostrado también, un empeoramiento en el funcionamiento de la memoria funcional hecho que explica un deterioro en la consecución de objetivos, planificación o desempeño de tareas de forma proporcional al nivel de ansiedad.

IRRITABILIDAD

La mayoría de las personas con trastornos de ansiedad también experimentan irritabilidad excesiva. La agitación, el sufrimiento y las preocupaciones constantes, sumado a los problemas de sueño y cansancio pueden provocar altibajos en nuestro estado de ánimo. La irritabilidad se muestra como una incapacidad para gestionar cambios en el ambiente como pueden ser ciertos ruidos, situaciones y personas que antes eran perfectamente compatibles así como también como el resultado sentirse frustrado en el transcurso de una acción intencional.

En diversos estudios se ha demostrado que los niveles de irritabilidad e irascibilidad en personas con trastornos de ansiedad y depresión son más elevados que en la población control (no aquejados de ansiedad).

TENSIÓN MUSCULAR

De los dolores que tenemos habitualmente sólo un 5% se consideran fruto de una enfermedad física y de este porcentaje, sólo un 10% se debe a enfermedades graves. El 70% son a causa de molestias naturales que produce el propio cuerpo para realizar sus funciones y el 25% son por lo que se denominan Enfermedades Psicosomáticas. Dentro de estas enfermedades podemos encontrar la fatiga crónica, el dolor crónico, intestino irritable, problemas coronarios etc. Por tanto la tensión muscular constante podría ser considerada una de las enfermedades psicosomáticas originadas en gran medida por las consecuencias de la exposición a situaciones de ansiedad prolongada. Si se tienen los músculos tensos la mayoría de días en una semana, podríamos valorar la opción de considerarlo como parte del transcurso de un trastorno por ansiedad, aunque es necesario descartar que forme parte de otro tipo de síndrome.

Afirmaciones recientes recalcan la bidireccionalidad de la relación entre ansiedad y tensión muscular. Es decir, que la misma sensación de tensión aumente la ansiedad y los altos niveles de ansiedad provoquen mayor tensión en los músculos.

TRASTORNOS DEL SUEÑO

Las personas con trastornos de ansiedad suelen correlacionar con trastornos del sueño en la mayoría de los casos. La persona con una personalidad de tipo ansioso o bien que está pasando por una época altamente estresante, en la que tiene pensamientos reiterativos durante el día, puede que, al ir a dormir no cese su actividad mental suficientemente a tiempo como para que el cuerpo reciba la orden de descansar. Por tanto, tener dificultades para conciliar el sueño y despertarse en medio de la noche, son dos de los síntomas más ocurrentes. Por otra parte, otro síntoma de poco descanso al dormir como puede ser levantarse tarde, se asocia más a un trastorno de tipo depresivo o trastorno mixto ansioso-depresivo.

Como sucede con la tensión muscular no se sabe con exactitud qué origina qué, pero sí se ha demostrado que cuando mejora uno de los dos factores, automáticamente se reduce el otro.

EVITAR SITUACIONES

Las personas con trastornos de ansiedad suelen tener la tendencia de evitar las situaciones que los generan o bien, en última instancia, enfrentarse a ellas pero con una muy pobre gestión emocional. Precisamente lo que provoca que se perpetúen las conductas de ansiedad es el evitar enfrentarnos con nuestros miedos. Así detecta que la situación que evitamos es negativa para nosotros (aunque no lo sea en absoluto) y seguirá produciendo ansiedad cuando ésta se presente. Para que nuestra mente haga ese click de desconexión es interesante aproximarnos a aquello que nos produce ese temor y nos mantengamos en la situación hasta que los niveles de ansiedad disminuyan a niveles muy controlables. En cada tipo de trastorno por ansiedad se evitan situaciones específicas como, por ejemplo, en las fobias específicas, se evita el estímulo desencadenante específico que nos genera la respuesta de miedo. Ejemplos: fobia a volar, se evita ir en avión o todo aquello relacionado con el avión, en la fobia social, se evitan cierto tipo de situaciones sociales en las que podamos cometer un error o bien quedar en ridículo, en la agorafobia se evitan esas situaciones en las que no podemos salir o tenemos la idea errónea de que no podremos abandonar en caso de tener un ataque de pánico…

Las personas con trastornos de ansiedad o con un tipo de personalidad ansiosa, tienen unas preocupaciones muy exageradas y persistentes en relación a un tipo de situación determinada y todos los estímulos que están involucrados. Además suelen anticipar estos síntomas mucho antes de que ocurran (si es que la situación acaba sucediendo) hasta el punto de que sólo con el hecho de pensar en ello les produce la activación de los síntomas tal y como si lo estuvieran viviendo.

Síntomas en los niños y adolescentes

Los síntomas y la expresión de los mismos en niños o adolescentes pueden ser similares a los de los adultos pero con algunas variaciones.

Los niños se preocuparán por el desempeño en la escuela o eventos deportivos, por la seguridad de los familiares, por llegar a tiempo, por la ocurrencia de catástrofes, por integrarse en la escuela, por cometer errores en la ejecución de las tareas escolares… generando síntomas como evitar ir a la escuela y somatizaciones como pueden ser los dolores de barriga.

Durante el confinamiento debido a la crisis sanitaria ocasionada por la covid-19 muchos de los niños han mostrado síntomas de ansiedad. Muchos de ellos tenían miedo a salir a la calle por miedo a ser contaminados, y por miedo a contaminar a sus familiares (ya que en un inicio se afirmó que podrían ser grandes portadores silenciosos del virus (es decir sin tener síntomas)). En estos casos es interesante acudir a un terapeuta que ayude a los niños y a los adultos a saber manejar esta situación.

SÍNTOMAS FÍSICOS DE LA ANSIEDAD:

Como decíamos en el inicio del artículo, un poco de ansiedad es normal e incluso beneficiosa para una óptima ejecución en las situaciones que lo requieran. No obstante hay momentos en que llega a ser desproporcionada y muy difícil de manejar. Son estos casos en los que los síntomas revisten de gravedad suficiente como para considerar el tratamiento psicológico adecuado:

  • Humor deprimido o irritable durante la mayor parte de los días y de forma muy constante. Las situaciones y personas que antes eran placenteras ahora provocan sentimientos de irascibilidad.

  • Conductas o pensamientos suicidas. Es en estos casos donde la búsqueda de ayuda debe ser inmediata. Acude a tu médico más cercano o profesional de la salud adecuado.

  • Preocuparse demasiado por las cosas cotidianas

  • Incapacidad para controlar estas preocupaciones

  • Ser conscientes de la preocupación excesiva

  • Dificultades para relajarse

  • Tener problemas para concentrarse

  • Anticipación de amenazas

  • Sorprenderse muy fácilmente

  • Asustarse fácilmente

  • Tener problemas para dormir o para permanecer dormido

  • Fatiga la mayor parte del tiempo

  • Dolores psicosomáticos (molestias en la barriga, musculares, articulares, dolores de cabeza) que no se explican mejor por otro tipo de enfermedad

  • Tener dificultades para tragar

  • Temblores o tics nerviosos

  • Cambios de humor

  • Sudar mucho, sentirse mareadas o que les falta el aire

  • Necesitar ir al baño a menudo

  • Dificultades en respirar

  • Problemas gastrointestinales

Es recomendable que en el momento en que se detecten algunas de estas características en nuestro comportamiento habitual, acudamos al profesional de la salud más indicado, incidiendo en la importancia de acudir al médico para evaluar la existencia de alguna enfermedad concomitante y realice el cribaje necesario.

COMO DETECTAR LA ANSIEDAD:

La ansiedad se puede detectar en 3 niveles. El nivel físico, el cognitivo y el emocional. Cuando pasamos por una época de ansiedad a nivel físico solemos presentar más inquietud, posturas incorrectas, temblores en las manos, más sudor, sensación de ahogo, respiración mucho más acelerada, aumento de las pulsaciones del corazón, sensación de mareo, dolores de cabeza etc. Vamos deprisa a todos lados, no descansamos, todo nos molesta, no nos fijamos en lo que hacemos porque siempre vamos pensando en lo que probablemente creemos que sucederá. Todo lo que nos acontece se convierte en una montaña que cada vez divisamos más difícil de escalar. Las preocupaciones que tenemos son cada vez más abundantes y le damos la vuelta a todo lo que nos ha sucedido y está por suceder, nos fustigamos con nuestros errores y no nos premiamos por los éxitos. Nuestros recursos parecen ser pocos e ineficientes para encarar el día a día. No descansamos por las noches porque nos vamos a la cama regodeándonos en todo lo que nos ha pasado durante el día y prediciendo lo que nos pasará al día siguiente. Repasamos mentalmente todo una y otra vez. Nos acecha el ¿Y SI?: “y si hubiera hecho esto o lo otro”,” ¿y si cometo un error?”, “¿y si por no terminar un reporte a tiempo me echan a la calle?”, “¿y si me deja mi pareja…?”, “¿y si este dolor es porque tengo una enfermedad?” respaldados por todas las posibilidades que respaldan la creencia base. Un ejemplo podría ser el siguiente: “¿y si el dolor que tengo en la espalda es un tumor?, recuerdo el caso de una amiga que tenía una molestia en la espalda y le detectaron un cáncer”. Los pensamientos ansiosos siempre son catastróficos y para nada realistas. En el caso del dolor de espalda la probabilidad de que sea un cáncer es de entre una y un millón, mientras que la probabilidad de que sea una simple contractura, es mucho más elevada.

Estas preocupaciones pueden ser puntuales y hasta en cierto punto, normales, pero recordemos que si sobrepasan en cantidad y proporción, cabe detectarlas a tiempo para evitar que deriven en un trastorno de ansiedad.

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